lunes, 10 de mayo de 2010

El Poli y Jojoa: Un pronto divorcio

Por: Dayron Londoño Cubides


Era domingo. El bochornoso sol de medio día caía sobre La 25― carrera principal y corazón de Calarcá― y también lo hacía en las caras felices de cientos de personas que la transitaban, con una mano llevaban cogidas a sus familias y con la otra cargaban flores, helados, postres, ensaladas de frutas, pollo y arroz chino. Se celebraba el día de la madre.

A dos cuadras de la plaza principal (plaza Bolívar), al lado de un gimnasio titulado Sport Center y al frente del Edificio Panorama, existe un espacio amplio, abierto y cerrado. Despejado porque no es un coliseo cubierto y está sin techo, y cercado porque tiene bloques de cemento, single y malla metálica; hay dos entradas, o mejor, una entrada y una salida, pero la salida, la mayor parte del tiempo está con candado. Por la entrada hay dos baños, que hace años no se utilizan y que solo se abren cuando hay actividades programadas de las fiestas del municipio. Este lugar se llama Polideportivo El Cacique y se le ha denominado con cariño “El Poli”. Al entrar, en forma descendiente se perciben primero las gradas, luego en el centro la cancha, y enseguida asciende un poco el terreno, sobre el cual está parada una construcción compuesta por vestiers, locales y habitaciones. Todo lo que posee hierro está pintado de color azul, idea de la administración municipal, cuyo signo va mucho más allá de representar el hermoso cielo, es un fuerte significado político y social, un color que tiene rotulo propio en este pueblo: Mira.

A esa hora, normalmente hay un pequeño grupo de gente que se reúne, no solo los sábados y domingos desde las diez de la mañana en adelante, sino entre semana. A estos se les llama de dos formas: Los hijos adoptivos del Poli ó Los vagos del Poli. Pero hoy, los vagos del Poli no se hallan en su segundo hogar. El único presente es un hombre chaparro, de 66 años, desgreñado, de pelo corto y negro, con una calva en el centro muy parecida a la de los monjes franciscanos, unos dientes en estado de recreo y amarillentos, como las botas que lleva puestas, como la ropa que lleva puesta, que antes en su buena época debió de haber sido blanca, pero ahora está manchada gracias a la labor que realiza este sujeto. Este hombre es conocido como Jojoa, celador del Poli, “yo también barro, trapeo, voleo machete” señalando el area verde del Poli, “eso no debería de ser así” se queja manifestando indignación con respecto a los oficios varios que realiza; Jojoa es además tendero. Cuando al preguntársele el por qué no están los jugadores usuales de baloncesto en la cancha, este responde: “no ve que hoy es día de la…de la…”, “la madre” completa el reportero, “Eso, día de la madre” Reafirma sin inmutarse.

Como está haciendo tanto calor y Jojoa está sudoroso, sentado sobre su silla predilecta se quita la camisa, se quita los zapatos, las medias―lo hace en sitio visible― va y se acerca a un grifo, se lava un poco las manos y la cara, hace unas maniobras mojando y retorciendo las medias y las cuelga sobre la malla más próxima a su cuerpo. Se desaparece en uno de los vestieres que está cerrado con llave, vuelve al rato más reluciente, con una toalla se sienta en su silla, despliega sus posaderas y trata de secar sus pies y su pecho, que tiene la marca del esqueleto en diferente tono a la de su cuello. No tiene afán, pues dura más de veinte minutos pasándose la toalla. Pero eso no le quita su expresión Down del rostro. Está cambiado, tiene una camiseta con estampado que dice Sport, For the love of the game, dice gustarle el micro, el baloncesto, el voleibol “y todo eso”.

―Me presta un baloncito de baloncesto―dice un estudiante de periodismo, que está haciendo labor de reportería y que alguna vez hizo parte de los vagos del Poli.

Haciendo detección del rostro que tenía enfrente, Jojoa se lo presta sin vacilación― ahí está―dice casi sin oírse bien, con la mirada gacha, cansada y perdida. Fue fácil pedir prestado el balón, ya que en otras ocasiones Jojoa pone trabas a desconocidos para el préstamo y pide cualquier cosa como garantía hasta su devolución.

El reportero entra a la tienda:

―Cuénteme―dijo Jojoa

―Algo de tomar, bien baratico―aquí, el estudiante de periodismo se flaqueó al pedirle una entrevista, quería primero romper el hielo y tomar notas de observación.

―Vea esto―muestra una naranjita, agua hidratante de 100$.

―Algo mejor que tengo 800…―dice desconfiando de estos cupis, por la fama que tienen de aguas sucias.

―Bueno, mire tengo esto―hablando con mucha paciencia y sacando un Tampico sabor a naranja, tenía el rostro afligido, bien pudo ser por la fastidiosa sensación de más de 30 grados de temperatura y los luminosos rayos del sol que trataban de metérsele por donde fuera.

―Tengo 200… de más para comer alguna cosa―dice el reportero viendo el surtido en las vitrinas.

―tengo esto que es a 150… pero le voy a dejar dos en 200…― pasando unas galletas capri, sabor a vainilla.

―Gracias―dice extrañado el estudiante de periodismo, que según él, aquello era un gesto muy poco usual de Jojoa hacia con este, porque si bien llegó a fiarle bebidas una que otra vez a los “vagos”, no lo hacía nunca cuando alguien había estado “perdido” sin volver al Poli desde hacía mucho tiempo.

Aquella tienda había sido creada hace 15 años y él había llegado hacia 19 para ser el celador, “yo estuve politiqueando con Rubí García de Gil, pariente de Lucelly García de Montoya” refiriéndose a la publicidad que había hecho en esa época a favor de la que fue alcaldesa de Calarcá “y fui puesto aquí como empleado fijo, así que algunas administraciones me han querido sacar, pero yo tengo los papeles y…” Jojoa tiene buena reputación como cuidandero “si demuestran que hago un mal trabajo pueden echarme, pero como yo lo hago bien no pueden hacerlo”.

Ocupándose de su tiempo, cierra su tienda con llave (tiene la manía de cargar siempre con las llaves para todas partes a las que va), tiene una desconfianza desarrolladísima, pues sus rasgos de nativo―piel oscura, quemaduras del sol, ojos oscuros, labios delgados etc.― no son heredados porque si, son heredados junto con el mito de la malicia indígena porque corresponde a un legado físico y cultural ancestral. Malicia indígena que muestra con gran viveza vigilando y haciendo guardia, pero parece desconocer acerca de su pasado, Jojoa Nació en pasto. El reportero recuerda un comentario que le dijo un día Jojoa a uno de los “vagos principales”, a chito (que también posee rasgos indígenas): “ijueputa indio tan bruto”. Jojoa parece ignorar sus verdaderas raíces e ignora que su nombre: José Fausto de la Cruz Jojoa, es un prototipo más de lo que es un indígena en Colombia, influenciado por ideales de blancos y conceptos de blancos, influenciado por las formas de aceptación socialmente estipuladas en la modernidad.

Detrás de la tienda, cerca a la salida hay un árbol de aguacates. Jojoa se dispone a bajarlos con una vara que tiene un arco que le facilitara el trabajo. En ese momento llega julio, un niño muy parecido a José Fausto que le trae el almuerzo en una cajita de icopor.

―Hay que bajar eso―señala el árbol y se lo ordena a julio.

― ¿Todos esos aguacates?―remilga el chino desaprobando lo que debe hacer.

― ¡Si no me quiere ayudar entonces no me ayude! ―alzo fuertemente la voz con un propósito de regaño, lo iba a hacer él mismo, el niño se echó para atrás en su expresión y decidió hacerlo. Jojoa dio la espalda y se desplazó hasta la tienda.

Pablo, veintiún años, un “ex –vago” del Poli, llega por la salida, que estaba cerrada, al ver que estaba presente el vigilante, saluda al reportero, jojoa se distrae y este salta una de las vallas metálicas. Lo anterior si Jojoa lo hubiera visto se hubiera puesto histérico, pues a él le gusta que entren por la puerta principal y que la gente no tenga comportamientos de delincuente saltando bardas, porque según él todo lo pueden destruir “estos hijueputas dañan todo, dañaron hasta las baldosas”. Pablo susurra “este viejo malparido”, no es discordia, es un trato muy familiar entre ellos.

― ¿Con estos aguacates está bien?―dijo Julio mostrando una coca mediana casi llena.

― ¿ya terminó?, ahora mueva ese plástico para allá detrás del naranjo― le dijo enfadado―Chino verraco me saca la piedra―manifestó y el niño con dificultad empezó a hacerle caso.

El reportero le pidió la entrevista, pero dejó que este primero almorzará. En la cena, tuvo una conversación con julio, que tiene alrededor de once años de edad y es su nieto.

―Abuelo me da plática para llevarle algo a mi mama―dijo el niño moreno.

―Me gaste todo en el pasaje―dijo Jojoa con masticando su comida.

― ¿Qué le llevo a mi mamá?―dijo impaciente.

―Llévele alguna cosa―responde Jojoa.

―Hoy es día de la madre y no tengo nada que darle.

― ¿Qué le va a llevar?―

―Una flor―

― ¿Una qué?―

―una flor―

Justo cuando Jojoa estaba terminando el consumo de alimentos, del 3er. Piso de Sport Center grita una mujer “Jojoa me trae una coca-cola por favor”, “¿350?”Pregunta Jojoa “Sí”, contesta ella. Sin esperar mucho, destapa la gaseosa, cierra la tienda y se dispone a subir gradas arriba con la botella de vidrio en sus manos, parece no molestarle la idea de llevarle la gaseosa, pues son las mujeres una de sus motivaciones. Para sorpresa de muchos, no se la llevo hasta el 3er. Piso, sino hasta el límite entre el gimnasio y el polideportivo, se la pasa por una rendija y recibe su dinero, espera unos minutos hasta que le devuelvan el envase.

Baja y le habla al reportero “espere pues yo voy a abrir allí” indicando la puerta de salida para quitarle el candado “que van a traer la comida para los perros”. Sus perros, Simón y Catalina, son los únicos acompañantes que tiene desde hace tres años, puesto que Jojoa vive solo en el Poli “desde hace 20 años, haga cuentas, desde el 91” y de sus ocho hijos que tuvo en unión libre, solo hay tres que viven en Calarcá “Erika, María y Héctor que trabaja con cueros en la maría” y estos ya tienen sus vidas propias formadas con otras personas “ya estoy viejo y estoy solo en el mundo”. Tuvo un triste episodio con la que fue la mamá de sus hijos, “se fue con otro más joven que yo y me dejo, ella se fue con él y yo no me fui con ninguna” explica dando bocanadas a estas palabras que le son difíciles de pronunciar. Pero, apenas se le pregunta por otras mujeres, cambia de un gesto triste a unas muecas de felicidad instantánea, parece recordarlas:

―Yo he visto que Ud. es todo coqueto con las viejas que vienen acá―afirma el reportero― ¿tiene novia o novias?― interroga.

―Dos noviecitas―declara con una gran sonrisa ―hay que hacerle a todo lo que se mueva―se ríe a carcajadas.

― ¿De dónde, de donde son cuente? ―interroga curioso como un cómplice de aventuras.

—de por ahí.

— ¿De dónde? jojoa cuente—insiste.

—De por ahí cerquita—evade la pregunta.

―Entonces, uy Jojoa ¿no me diga que también a las señoras de la tercera edad que vienen a hacer ejercicio a acá en las madrugadas Ud. le hace…?― cuestionándolo.

― ¡Esas ya no dan! me imagino las musarañas que harán si las tocan después de tanto tiempo en que nadie lo hace ¡ja ja ja!

Jojoa explica que “Aquí no hay horario” pues abre desde las cuatro de la mañana para la gente que trota en las madrugadas y cierra dependiendo de la situación, si hay juegos del municipio “cierro a las once o doce” o si está sola la cancha “cierro a las ocho ó nueve”.

―Ya hemos hablado de muchachas… y los muchachos qué―Le toma el pelo.

―Uy no, yo no le jalo a eso―se pone serio.

Llama la atención del reportero y señala en un lugar de las gradas a una pareja que se refugia del picante astro bajo un arbusto, aquellos se están besando desaforadamente “vea…voy a bregar conseguirme una vieja”.

Jojoa, hace aproximadamente 4 años tuvo un accidente, cuando subido en la esquina del techo “”haciendo los oficios varios” unas tejas de la infraestructura cedieron a su peso y se desplomaron, dándose primero con una teja de mas abajo y el suelo que irremediablemente le recibió sin espera. “Estuve un año jodido y tres-cuatro meses muy mal”, en ese lapso de tiempo fue su primera separación con el Poli, y sus hijos estuvieron a cargo mientras él se recuperaba, luego hubo reconciliación pero hubo resentimiento y reacción por parte de Jojoa hacia la administración municipal, pues esta “no me ayudo con un solo peso, todos los gastos los cubrieron mis parientes”, “y fuera de eso no me quieren reconocer la pensión de diez años de día y diez años de noche trabajando como cuidandero de este lugar, por lo que me toco demandar al municipio” dice con un tono de rabia e ira.

Así es como esta relación entre Jojoa y El Poli se encuentra en crisis, “no me voy hasta que me paguen todo, vacaciones, gastos médicos, indemnización, remuneración y pensión”, en un vinculo de cuerda a reventar, en un devenir irreversible de divorcio, tantos años de amor y soledad compartidos que a lo ultimo los problemas que siempre aquejan a las parejas aparecen: Celos, Necesidades económicas y la caída en la aburrida cotidianidad.

—Nos tenemos que ir ya, tenemos hambre y en la casa nos esperan ―dicen al unísono el reportero y Gary, su acompañante.

José Fausto de la Cruz Jojoa se queda “celebrando” junto a Simón y Catalina el día de la madre, que sin madre no tienen nada que celebrar, para él parece ser un día normal, un día de trabajo, un día para consentirse y abrazarse con El Poli. Y mientras tanto dice “voy a hacer una llamadita allí”. “Chao y gracias Jojoa” le dice el reportero, con intención de dejarlos nuevamente en la intimidad, a ver si algún día arreglan las cosas.